lunes, 31 de marzo de 2008

Conversaciones sobre McCarthy

Al igual que la entrada anterior, esta es una respuesta en forma epistolar a Cohaagen de ECQ...

Me ha sorprendido el tono un poco beligerante de tu respuesta. Quizá ha sido responsabilidad mía al no cuidar debidamente el uso de determinados términos. Por esta razón juzgo justo y necesario hacer ciertas rectificaciones o dar matiz a ciertas ideas que, a la luz de tus comentarios, no quedaron claros. Para dar cumplida respuesta, iré respondiéndolos de acuerdo con el orden en que los expusiste.

En primer lugar, las observaciones sobre lo que di en llamar aspecto teológico. No puedo menos que compartir tus vacilaciones (me refiero a los puntos suspensivos que introducen tus comentarios al respecto) al denominarlo de este modo. Yo comparto al menos una de tus dudas, a saber, que parezco atribuirle a McCarthy un interés relevante en la cuestión por el mero hecho de hacer mención al tema en su novela. La otra razón por la que vacilé es que, al señalar el susodicho aspecto, yo mismo doy la impresión de tener un especial interés al hacerlo. Obviamente ninguno de los dos tenía un interés particular en el asunto: ni McCarthy al ponerlo en su novela, ni yo al constatar sencillamente que está presente y esbozar en pocas palabras de qué forma lo está. No creo que para McCarthy sea un tema de radical interés y, por supuesto, no constituye ni mucho menos uno de los puntales de la novela. Así mismo –en previsión de que tal vez surja la misma duda al respecto- la cuestión del lenguaje tampoco es, probablemente, uno de sus pilares maestros. Estamos de acuerdo por tanto en que, como tú dices, “no creo que McCarthy haya pretendido abordar el tema de manera especialmente profunda”. Al igual que dije con relación al tema del lenguaje, no puede exigírsele a un literato que lo trate con rigor filosófico. Como si de una maleta se tratara, este aspecto aparece sólo en el doble fondo, no en primer término.

En segundo lugar, aunque tú no me lo mencionas, he detectado un problema al repasar el texto que probablemente ha contribuido a la confusión antes comentada. Si aquellos dos temas –junto a la no comentada pero interesante presencia de los sueños en la obra- permanecen en un segundo plano, ¿qué es lo que hay en el primero? Cometí un error al denominar “telón” al aire apocalíptico que se respira en la novela. Es más, como también dije pero no lo bastante subrayado, la columna vertebral de la novela. Por tanto esto es cuanto podemos hallar en primer término y, en consecuencia, el objeto capital del comentario. Esto es lo que fundamentalmente se adecua a la forma usada por McCarthy para narrar su historia, adaptación que (insisto) es uno de los grandes méritos de la obra. Dicho lo cual, estamos ya en el umbral de la tercera réplica a tu comentario.

En tercer lugar y en efecto, constituye un craso error denominar obrita a esta novela. Me comentaba nuestro común amigo Robledo que, al hacerlo, me estoy refiriendo al libro en términos despectivos y entronca dicha idea con los comentarios extraliterarios a la obra que ponían punto y final a mi anterior carta. Nada más lejos de mi propósito que desmerecer La carretera. Cuando la califiqué así pensaba, única y exclusivamente, en su extensión. Me refería tan sólo al hecho de que se trata de una obra breve. Lamento mucho que el calificativo haya hecho pensar otra cosa, pero no pretendía nada distinto. De hecho, quisiera subrayar que la última vez que usé el término fue en relación al acabado. Quizá lo más sencillo para señalar su excelencia a este respecto, por ser menos equívoco, habría sido traer a colación el célebre refrán “lo breve, si bueno, dos veces bueno”. Este mal entendido razonable te ha conducido a observar, no sin razón, que he manejado para mi comentario la traducción española de The road. Eso nos deja en una situación similar pero no igual, por supuesto. Ni puedo ni me atrevo a juzgar un original inglés que no he leído. Me doy perfecta cuenta de que lo ofreces como explicación para el calificativo obrita, aunque no es difícil detectar un cierto tono de reproche. Los dos sabemos que no es la mejor excusa, pero comprenderás que si apenas me queda tiempo para novelas, menos aún si tengo que leerlas en inglés puesto que mi nivel no me permite leerlas tan deprisa como tú. Desde luego, no me cabe duda de que tus apreciaciones sobre su manejo del inglés son perfectamente pertinentes, apropiadas y justas. Me fío de tu palabra en ese sentido, aunque permíteme cierta reserva con respecto la comparación McCarthy-Auster (paralelismo que, bien es verdad, yo mismo establecí; mas no con objeto de determinar si uno es mejor que otro, sino con objeto de usar la obra de Auster como medio para traducir lo que intentaba expresar, en la medida que se trata de un autor bien conocido por ambos). Desconozco las demás obras de McCarthy y en consecuencia no me atrevo a aventurar un juicio así. Además, como muy bien sabes, el manejo del idioma es el fundamental criterio a la hora de decidir la grandeza de un escritor, pero no el único. Y puesto que es el fundamental, me haré con la versión original para valorar la obra en todo su esplendor.

Por último, te agradezco que hayas sabido valorar mis observaciones extaliterarias en su justa medida, es decir, que las hayas mantenido al margen de la polémica. Con respecto a si atiendo o no cuando me aconsejas alguna lectura, diré en mi defensa que tú me descubriste a Auster y que estoy terminando de leer El mundo es un pañuelo de David Lodge. En cuanto a tu laudatio, baste subrayar que esa es la razón por la que no acostumbro a pronunciarme en cuestiones de música contemporánea como, en efecto, manda la prudencia a quien se sabe ignorante sobre el tema.
Creo que me he dejado algunas cosas en el tintero de las cuales, si no me lo recuerdas, me ocuparé a la vuelta de los exámenes del segundo trimestre.