martes, 5 de mayo de 2009

Confesiones de un diletante

     El éxito de las entradas anteriores es, sin lugar a dudas, indiscutible. La avalancha de comentarios y réplicas es abrumadora hasta tal punto que un lector "desconocido" se sintió obligado, quizá por la vergüenza ajena, a dejar uno en el más estricto anonimato para que no se sepa que estuvo en éste páramo solitario. Así pues, estas líneas se asemejan a esas aburridas y pedantes cartas que los directores de los periódicos le dedican al lector, mas con la agria diferencia de que ellos se refieren a uno genérico y yo a uno en particular:

Sepa, querido lector, que me conmueve su amable muestra de solidaridad. Se lo agradezco profundamente, pero mucho me temo que pronto el tedio y el árido viento que recorren estas líneas, como esos matorrales secos de los western, le invitarán a visitar otros foros o lugares más concurridos o paradisíacos en los que no se respira el aire rancio de las ratoneras. Nuestro encuentro ha sido intenso, como el “hello, stranger” con el que comienza Closer; mas pronto dejará de resonar The blower's daughter en nuestros oídos para ceder su lugar al Goodbye stranger de Supertramp, a título de despedida. Y tan seguro estoy de este adiós que yo, en realidad, creo estar escuchando ya ese clásico de los ochenta en la lejanía.

     Y claro, en estas circunstancias, no me queda otro remedio que volver a escribir. Es imposible ignorar tal aclamación por parte de mi público y, como todo el mundo sabe, yo me debo a él. Dios me libre de escribir porque sienta la necesidad compulsiva de expresar sin pudor pensamientos que a nadie le interesan. Así pues, mis queridos amigos, he vuelto simple y llanamente para que no echéis de menos el soporífero estilo que me caracteriza. Así pues, con este objeto, el pretexto elegido para la ocasión es comentar una de esas agradables sorpresas que a veces nos brinda la red, tal como anuncié en la entrada titulada Realidades y promesas.

     Como bien sabe mi abultado club de fans, que se sabe mi vida al pie de la letra, soy aficionado a la fotografía desde la adolescencia.flipaencolores Me apropié de la vieja Yashica de mi padre e hice mis pinitos junto a José Manuel en nuestra época de estudiantes de COU. Montamos juntos uescanear0001na exposición que, si no recuerdo mal, llamamos cielo e infierno. Las fotos de color eran el cielo y representaban todos los buenos momentos que habíamos vivido en el instituto. Con el blanco y negro tratábamos de reflejar, por el contrario, las ocasiones en que el centro se nos antojaba asfixiante o tedioso. La ocurrencia fue de Jose, yo apenas aporté poco más que mi perspectiva en unas pocas de aquellas cien instantáneas. Dicho lo cual puedo añadir, sin el más remoto asomo de presunción o vanagloria por mi parte, que entonces gané el tercer premio en el concurso de fotografía que se celebraba en el centro con motivo del día del libro. Vaya por delante que nunca me hice ilusiones, porque no tenía intención de ganarme el pan con ello. Para mí ha sido, más bien, algo así como un hobbie de segunda. Al principio porque prefería dibujar, luego porque prefería escribir y al final porque uno está siempre demasiado ocupado.  escanear0002

      La última vez que me propuse hacer fotografías con propósito estético fue durante la carrera, allá en 2001. Entre Ignacio, Miguel Ángel, Iván de la Casa y otros compañeros, fundamos una asociación cultural sin ánimo de lucro que pretendía aglutinar a estudiantes de filosofía cuyos intereses artísticos constituían su  denominador común. El colofón de aquello fue la organización de exposiciones de fotografía y pintura dos años seguidos. Yo participé en ambas, con algunos trabajos antiguos que me gustaban mucho y otros nuevos que fueron motivo de largos paseos en busca de instantáneas dignas. Yo en aquel entonces pensaba que la fotografía era una cuestión de oportunidad, de estar en el lugar y el momento apropiados pero, sobre todo, de reconocer una buena foto cuando la tienes delante. Por otra parte, impulsado por un cierto discurso contrario al blanco y negro (cuyo principio puede resumirse bajo la máxima "no se debe cometer el error de creer que por retratar algo o a alguien en b/n la fotografía ya es de por sí artística"), me obstiné en buscar la susodicha ocasión a todo color con mi nueva cámara réflex (una Canon EOS 300). La experiencia fue frustrante en grado sumo y, de hecho, no conservo ninguna de aquellas fotos. Supongo que de forma más o menos activa hice por perderlas todas. Es más, sólo recuerdo una un poco decente que le regalé a mi maestra y amiga Carmen Mataíx. Se trataba de una fotografía del cielo reflejado en un charco que contenía como referentes espaciales una rama seca y un poco de bordillo que escogí para la ocasión. A ella le entusiasmaba la ambigüedad del planteamiento, así que no tuve más remedio que conformarme con dársela en vez de destruirla.

     Ahora no soy más que uno de esos turistas pretenciosos que, con sus flamantes camaras digitales (en mi caso una Lumix), presumen cuando han tenido la suerte de acertar con el ángulo y el contraste en un par de fotos de un monumento o de los megapíxeles como si fuesen centímetros… Uno de esos que a rajatabla siguen la “Ley de Dowling sobre la fotografía”, que viene recogida en La ley de Murphy: “Una oportunidad fotográfica perdida crea el deseo de adquirir dos piezas adicionales de equipo”.

     En definitiva, la fotografía dejó de ser para mí una práctica y se convirtió en una actividad más bien contemplativa. Disfruto viendo el trabajo de profesionales de la talla de Sebastiao Salgado (que ha cambiado mi forma de entender la tarea del fotógrafo), Robert Capa, Anton Corbijn, Chema Madoz y, por qué no decirlo, también Alberto García Alíx. He pasado por FotoEspaña un par de veces, sigo el blog de mi amiga Lola Martínez y de cuando en cuando hago búsquedas más o menos aleatorias en la red con la esperanza de que el azar deje alguna cosa interesante en mi orilla. Y así fue como descubrí la página de presento hoy aquí.

     Cuando comencé a escribir sobre Paul Auster, adquirí el hábito de usar como fondos de escritorio para el ordenador fotografías de Nueva York. Me gustan sobre todo aquellas en las que aparece el puente de Brooklyn o la célebre skyline pero, si se trata de ésta última han de ser posteriores a los atentados del 11-S o muy anteriores a la construcción de las torres gemelas. Supongo que estremecerse cuando uno se reencuentra con ellas –por ejemplo, en las películas norteamericanas de los años ochenta- no es un derecho privativo de los estadounidenses. Pero el auténtico motivo por el cual prefiero abiertamente las antiguas es otro. Observe aquella sucinta lista demuestra y comprobará que no he renunciado al blanco y negro en modo alguno; pero ya no se trata de una cuestión de principios pues, si algo aprendí de mi experiencia como fotógrafo durante la universidad, fue que algunas cosas sí tienen que ser retratadas en blanco y negro.  De ahí eso que dice Woody Allen en Un final made in Hollywood: NY es una ciudad en b/n. Y fue buscando una fotografía nueva del puente de Brooklyn en gran formato F_Amy Godfrey_Brooklyn Bridgecomo encontré la página de Amy Godfrey.

      No diré que lo más genial de esta mujer aún está por descubrir, como lo demuestran las buenas maneras que apuntan las fotografías de su página. No voy a extenderme en elogios y comparaciones que alargarían innecesariamente esta introducción. En realidad no hay demasiado que comentar. Lo primero porque, excepto una dirección de correo electrónico de contacto y las susodichas fotos, la web no contiene información acerca de la autora. Desconocemos cuál ha sido su trayectoria, si se trata de una aficionada o una profesional, si ha obtenido algún premio o distinción por su trabajo, etc… Además, el site parece no contener sino una muestra y eso es a todas luces insuficiente para realizar una valoración profunda si es lo que se quiere. Insisto, precisamente ahora y si se me permite, en aquello de que no por hacer una foto en blanco y negro ya es artística, porque el objeto de esta entrada no es descubrir una artista. Digamos, pues, que os invito a dar un paseo por una exposición que me ha gustado y me apetecía compartirla, con la esperanza de que la disfrutéis.